LA FORTUNA Y EL MENDIGO
Un día, un mendigo desarrapado iba arrastrándose de casa en casa, cargando una maleta vieja.
En cada puerta pedía algunas monedas para comprar comida.
Se quejaba de la vida, imaginando por qué las personas que tenían bastante dinero nunca estaban satisfechas, siempre estaban queriendo más.
En ese momento, la Fortuna apareció en la calle y se detuvo cuando vio al mendigo. Le dijo: -Escuche, hace mucho tiempo que quiero ayudarlo.
Sostenga su maleta mientras yo arrojo unas monedas de oro en ella. Pero sólo hago eso con una condición: lo que quede en la maleta será oro puro, pero lo que caiga al suelo se convertirá en polvo. ¿Comprende? -Sí, sí, claro que comprendo.
-Entonces tenga cuidado -dijo la Fortuna- Su maleta es vieja, es mejor no llenarla mucho.
El mendigo estaba tan contento y ansioso que ya no podía más.
Abrió rápidamente la maleta y un torrente de monedas de oro cayó adentro.
En seguida, la maleta quedó muy pesada. -¿Ya es bastante? -preguntó la Fortuna. -¡No, no, aún no! -dijo el mendigo.
Cayó una moneda más y la maleta se desarmó, y todas las monedas de oro se cayeron convirtiéndose en polvo.
La Fortuna había desaparecido. Ahora el mendigo estaba más pobre que al principio, su valija estaba rasgada de arriba abajo.
"El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto" (Eclesiastés 5:10).
En cada puerta pedía algunas monedas para comprar comida.
Se quejaba de la vida, imaginando por qué las personas que tenían bastante dinero nunca estaban satisfechas, siempre estaban queriendo más.
En ese momento, la Fortuna apareció en la calle y se detuvo cuando vio al mendigo. Le dijo: -Escuche, hace mucho tiempo que quiero ayudarlo.
Sostenga su maleta mientras yo arrojo unas monedas de oro en ella. Pero sólo hago eso con una condición: lo que quede en la maleta será oro puro, pero lo que caiga al suelo se convertirá en polvo. ¿Comprende? -Sí, sí, claro que comprendo.
-Entonces tenga cuidado -dijo la Fortuna- Su maleta es vieja, es mejor no llenarla mucho.
El mendigo estaba tan contento y ansioso que ya no podía más.
Abrió rápidamente la maleta y un torrente de monedas de oro cayó adentro.
En seguida, la maleta quedó muy pesada. -¿Ya es bastante? -preguntó la Fortuna. -¡No, no, aún no! -dijo el mendigo.
Cayó una moneda más y la maleta se desarmó, y todas las monedas de oro se cayeron convirtiéndose en polvo.
La Fortuna había desaparecido. Ahora el mendigo estaba más pobre que al principio, su valija estaba rasgada de arriba abajo.
"El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto" (Eclesiastés 5:10).